Rey Lobo

Nota para el lector

Cuatro siglos antes de Cristo los pueblos iberos ocupaban el sur y el Levante de nuestra Península. Los iberos habitaban poblados independientes regidos por aristocracias guerreras (los príncipes) y se enzarzaban en frecuentes guerras vecinales. La rígida jerarquización social obligaba a muchos guerreros pobres a emplearse como mercenarios en lejanas guerras como las que disputaban cartagineses y griegos por el dominio de Sicilia.

En aquellos tiempos todavía no habíamos deforestado la Península y un bosque inmenso se extendía del norte al sur hasta el punto de que el geógrafo griego Estrabón asegura que una ardilla podía cruzar la Península de Gibraltar a los Pirineos saltando de árbol en árbol, sin tocar el suelo.

En estos bosques abundaba el lobo que los iberos mitificaron como animal totémico de hermandades guerreras e imagen del dominio que se extiende más allá de la Puerta (o sea, la muerte).

Entre las hermandades guerreras iberas existía la institución de la devotio, un código del honor que vinculaba al guerrero a un patrón y lo obligaba a combatir con él y a suicidarse ritualmente si el jefe moría en batalla.

Los poblados, esculturas y monumentos mencionados en esta novela existen en realidad. El lector interesado en la sociedad ibera puede consultar mi ensayo Los iberos. Los españoles como fuimos o los estudios del profesor Arturo Ruiz Rodríguez.

Juan Eslava Galán