Juan Eslava Galán

Juan Eslava Galán nació en 1948 en una almazara de Arjona (Jaén) en el seno de una familia de honrados agricultores. Sus padres se empeñaron en darle estudios a pesar de que el zagal se mostraba remiso a la disciplina académica y tras discurrir a trancas y barrancas por distintas instituciones académicas, algunas de las cuales lo expulsaron debido a su carácter inquieto, consiguió coronar el bachillerato.  Esta etapa de su vida queda reflejada en sus memorias escolares noveladas Escuela y prisiones de Vicentito González.

Ya en estos inicios mostró cierto interés por la literatura tanto como lector como escritor. Comenzó, hacia los trece años, con poesías que torpemente imitaban a Rubén Darío y más adelante con sonetos barrocos de corte quevediano. En ese tiempo colaboró asiduamente en la prensa provincial, el diario IDEAL de Granada y el JAÉN, además de dirigir la revista del Instituto donde cursaba estudios, excesivamente llamada VOX OMNIUM dado que casi todos sus contenidos los escribía él bajo distintos pseudónimos.

En estos años juveniles fundó con un grupo de amigos la tertulia literaria El Lagarto Bachiller que recorría los pueblos de la provincia de Jaén en una especie de misión cultural, eco humilde de La Barraca republicana, con la pretensión de llevar la literatura universal y la historia local a la gente del pueblo.

Lo primeros veranos de su atormentada adolescencia los pasaba colaborando con el museo de Jaén en diversas excavaciones arqueológicas, o haciendo auto-stop por Europa (entonces era fácil) y cuando se le acababa el dinero se ganaba la vida en diversos empleos, casi siempre relacionados con la actividad agrícola. Era entonces gran visitador de museos, iglesias, santuarios, castillos, campos de batalla y otras antiguallas. En esta etapa hizo a pie la ruta de los cátaros y durante varios veranos se empleó como capataz de un inquieto ingeniero paisajista que lo introdujo en el apasionante mundo de la falsificación de paisajes pintorescos (una disciplina todavía desconocida en España).

Indeciso sobre su futuro, aprovechó que le tocaba hacer el servicio militar en la biblioteca castrense de la novena región militar, en Granada, para matricularse en Filosofía y Letras en aquella universidad. Después de cursar los preceptivos años comunes, vocacionalmente estimulado por su amor a la historia, se matriculó sin embargo en filología moderna, sección ingles, una absurda decisión que nunca ha acertado a explicar coherentemente dado que no siente atracción alguna por los idiomas. Mientras tanto no dejaba de escribir y dio a luz una serie de cuentos, que piadosamente permanecen inéditos en los que intentaba reproducir, exagerándolo, el estilo de Borges.

Después de cursar la carrera con excelentes calificaciones esta vez (había sentado cabeza, se había echado novia y aspiraba a convertirse en un hombre de bien, con sueldo fijo), obtuvo su licenciatura, contrajo matrimonio y marchó a Inglaterra con el propósito de perfeccionar su inglés al tiempo que preparaba oposiciones al cuerpo de Catedráticos de Bachillerato, entonces muy prestigioso (me refiero tanto al bachillerato como al cuerpo de catedráticos).

En la brumosa y helada Albión, o sea en la Gran Bretaña, residió sucesivamente en Bristol (en cuyo politécnico cursó estudios) y en Lichfield, atractiva localidad catedralicia cercana a Birmingham. Allí se matriculó en la Universidad de Aston y al propio tiempo consiguió un contrato temporal como asistente en el departamento de español.

Vuelto a España aprobó las oposiciones y ejerció sucesivamente como catedrático de Inglés en diversos institutos de Andújar, Jaén y Sevilla, una labor que simultaneaba con los estudios de historia, las lecturas, las escrituras y los viajes. También leyó su tesis, que fue calificada cum laude, en la universidad de Granada sobre el tema Poliorcética y fortificación bajomedieval en el reino de Jaén.

Llevaba escritas catorce novelas cuando se atrevió a presentar una (Catedral) al premio Andalucía de Novela en su edición de 1986 en el que, para su sorpresa, quedó finalista. Este éxito lo estimuló para escribir una nueva novela, En busca del unicornio que compuso a matacaballo en tan solo dieciocho días aprovechando que una huelga de alumnos lo liberó temporalmente de sus obligaciones académicas. Su propósito era presentar esta novela al premio Andalucía, pero dado que sobraba tiempo determinó tentar a la fortuna presentándola además al Planeta sin más propósito que comprobar si llegaba a figurar entre las finalistas. Para su sorpresa aquel año se produjo una concatenación astral favorable y ganó el Planeta, lo que determinó un giro radical en su vida.

Desde aquel lejano 1987, Eslava Galán se ha dedicado intensamente a escribir, principalmente novelas históricas y ensayos idem, a razón de una media de dos anuales, algunos de los cuales han merecido premios, reediciones y traducciones a idiomas extranjeros. Ahora cuenta en su haber con unos cien libros, algunos firmados con los pseudónimos (Nicholas Wilcox, Ramón J. Uribe y Carmela Ribó) a los que cabría añadir unos cuantos que ha escrito como “negro” y que piadosamente silencia por no perjudicar a las personas que los firmaron.

En el momento en que se pergeñan estas líneas nuestro autor es un sujeto apaciblemente instalado en su ancianidad que observa una vida reglada aunque algo sedentaria y no tiene más ambición en la vida que leer y escribir, cultivar unos pocos y selectos amigos y ver crecer a sus nietas.

Gordo apacible, es aficionado a la cocina (algo cuartelera, según el ponderado juicio de sus íntimos) y asiduo visitante de rastros y mercadillos en los que rescata diversos papeles y objetos que a su juicio no merecerían el olvido.